lunes, 11 de febrero de 2013

De cuando un hotel se vuelve galería (y viceversa).




Las instalaciones son el punto a donde ha llegado el arte sin experimentar un impasse. Las galerías se convierten en lugares con vida, en donde las piezas se confunden con el entorno y no solo se quedan quietas en una pared, una esquina o el centro del lugar. Es así como los espacios expositores de las expresiones artísticas (sobre todo las plásticas y relacionadas) han ido evolucionando y convirtiéndose en una surrealista mezcla entre lo cotidiano y lo fantástico.


Desde Chelsea en Nueva York hasta la Ciudad de las Artes en Valencia, los arquitectos y artistas han encontrado tierra común en que los espacios deben de fluir con el arte, y no viceversa como se pensaba en las imponentes galerías y bodegas londinenses. Una obra, cualquiera que fuese, debería de estar al alcance y, al mismo tiempo, cambiar la atmósfera del recinto en donde se encontrara. 


En Acapulco, por ejemplo, el primer hotel-galería de lujo está a días de abrir sus puertas. Miguel Ángel Aragonés ha creado Encanto Acapulco con una visión que sobrepasa las miras convencionales en cuanto a la hotelería. El huésped podrá disfrutar de la belleza natural del Pacífico que solo Acapulco puede ofrecer, gozando de obras de arte mientras camina por los espacios de esta pieza arquitectónica. Se crea entonces una sinergia única, en donde el arte en todo su esplendor se comunica con la naturaleza, su ambiente e inspiración, dándole a los visitantes una experiencia única y difícilmente repetible.

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