Las instalaciones son el punto a
donde ha llegado el arte sin experimentar un impasse. Las galerías se convierten en lugares con vida, en donde
las piezas se confunden con el entorno y no solo se quedan quietas en una
pared, una esquina o el centro del lugar. Es así como los espacios expositores
de las expresiones artísticas (sobre todo las plásticas y relacionadas) han ido
evolucionando y convirtiéndose en una surrealista mezcla entre lo cotidiano y
lo fantástico.
Desde Chelsea en Nueva York hasta
la Ciudad de las Artes en Valencia, los arquitectos y artistas han encontrado
tierra común en que los espacios deben de fluir con el arte, y no viceversa
como se pensaba en las imponentes galerías y bodegas londinenses. Una obra,
cualquiera que fuese, debería de estar al alcance y, al mismo tiempo, cambiar
la atmósfera del recinto en donde se encontrara.
En Acapulco, por ejemplo, el
primer hotel-galería de lujo está a días de abrir sus puertas. Miguel Ángel
Aragonés ha creado Encanto Acapulco con una visión que sobrepasa las miras
convencionales en cuanto a la hotelería. El huésped podrá disfrutar de la
belleza natural del Pacífico que solo Acapulco puede ofrecer, gozando de obras
de arte mientras camina por los espacios de esta pieza arquitectónica. Se crea
entonces una sinergia única, en donde el arte en todo su esplendor se comunica
con la naturaleza, su ambiente e inspiración, dándole a los visitantes una
experiencia única y difícilmente repetible.
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