Estos primeros días del nuevo gobierno presentan una
serie de diferencias con su antecesor que, además de ser notorias, merecen un
análisis. La administración del pasado presidente se esmeró por volver su
valiente lucha contra el narcotráfico el centro de su campaña de comunicación.
El reciente líder del ejecutivo ha decidido cambiar esa estrategia. Si bien la
guerra contra los jefes de los cárteles
sigue en pie, ahora los mensajes claves de nuestro país se han transformado.
La invitación al presidente de
los EEUU para visitar México, así como la visita que hará el nuestro a tierras
chinas son dos cambios drásticos en la forma de llevar la relación con las
demás naciones, sobre todo las dos más económicamente poderosas. Siendo parte
de ese selecto club de encumbrados, y empezando poco a poco a opacar al que
fuera el omnipotente Brasil, el gobierno de la república ha emprendido una
campaña por difundir la idea que quiere que el mundo, y sus propios ciudadanos,
tengan de la nación.
Es así como en la política, como
en cualquier otra actividad, las relaciones públicas juegan un papel
fundamental, siendo esta peculiarmente criticada y seguida no solo por expertos
sino por la gente en general. De allí la necesidad de que una buena estrategia
de comunicación sea labrada por los encargados de representar al pueblo, pues
la imagen que ellos transmiten es la que adoptarán los extranjeros, y hasta los
que los eligieron, de la ciudadanía que representan.
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