jueves, 11 de agosto de 2011

QUÉ BONITO ES MI PAÍS

Por José Manuel Borbolla

No quiero sonar mamón, pero como bien me han leído, acostumbro pasar mis veranos en Acapulco y en Europa. Este año, extrañamente y por una sobredosis de trabajo tanto mío como de mi marido, nos tuvimos que conformar con menos de una semana de vacación. Y qué bendición, ya que nos hizo improvisar un plan que nos encantó.

Las ventajas de andar con un extranjero recién llegado al país es su enorme curiosidad por explorar nuevas tierras, y sumada a la curiosidad de sus amigos que estaban de visita, nos dimos a la tarea de hacer un pequeño recorrido por lo que a ellos les pareció más atractivo, Veracruz.

Pidiendo consejos de a dónde llegar y cómo, el destino escogido para el hospedaje fue Maison Couturier, una pensión agrícola cerca del pueblo de San Rafael con tan sólo 9 habitaciones, todas perfectamente decoradas y uno de los mejores servicios que he disfrutado en mi vida. En verdad te sentías como en casa. Es el paraíso perfecto para el descanso, lo único malo es que te la pasas tan bien ahí, tan bien atendido y tan bien comido, que planes como ir al puerto del municipio más antiguo de América, conocer Tajín o inclusive ir a la playa que queda muy cerca, se esfumaron.

Winston, nuestro cachorro, era el más feliz corriendo por los platanares y jardines junto con sus anfitriones, tres Jack Russells llamados Collette, Pierre y Phillippe.

La ruta fue por coche. Es mucha más cómoda y bonita que por avión, donde sólo ganas una hora de tiempo. Impartimos un road trip con dirección a Puebla, donde pasamos la noche en La Purificadora, mi hotel favorito del grupo Habita hasta que conocí Maison Couturier (aunque ya pronto iremos a conocer Americano, Valle de Guadalupe y el hotel/hostal del Centro Histórico). Al día siguiente después de un recorrido por el Zócalo de la heroica ciudad, partimos a nuestro destino pasando por paisajes maravillosos, dignos todos de foto, desde volcanes hasta bosques y selvas. Un regalo visual para cualquiera.

De ida hicimos como seis horas de Puebla a San Rafael y de regreso sólo cinco de San Rafael a Polanco. ¿El secreto? Tomamos por error la nueva autopista Xalapa-Puebla en vez de la federal, lo que nos hizo ahorrarnos bastante tiempo. Lo único malo es que íbamos con el bañador puesto para nadar en la hermosa laguna de Alchichica, con una agua totalmente limpia y transparente, cosa que al no pasar por ahí debido a nuestro atinado mal cálculo, hizo que llegáramos a la capital con las pompas cual red de pescador. Cualquier hombre que se haya sentado en su traje de baño mucho tiempo sabrá de qué le hablo.

Llegando a la ciudad me tope con la sorpresa de que la publicista de Diego Luna, Icunacury Acosta, nos había invitado al estreno de Incendios, del canadiense Wajdi Mouawad, en el Foto Shakespeare. Es una obra muy recomendable si les gusta el buen teatro (e intenso). Sólo durará ocho semanas y deben ir mentalizados a que es una pieza fuerte, sutilmente cruda y con una duración de dos horas y media (casi tres) sin intermedio, o sea, muy larga.

Las actuaciones y la dirección son perfectas. Karina Gidi (protagonista de Abel) muestra nuevamente el tamaño de actriz que es al interpretar cautivadoramente un rol sumamente complejo. El resto del reparto es también merecedor de un largo aplauso de pie, tal cual sucedió.

Al salir de la obra mi señor novio hace mención del buen teatro y nivel de actores que tenemos en México (y miren que es un londinense hablando). Su comentario me hizo reflexionar sobre lo afortunados que somos de vivir en un país donde tanto la cultura, la comida y los paisajes son dignos de ojos extranjeros bien educados en las tres materias. Me llena de orgullo que a pesar de la situación que estamos viviendo como país y a nivel global, nosotros como mexicanos tengamos una gran base de historia y belleza de donde soportarnos para sacar esa alegría y sonrisa que nos caracteriza.

Me encantaría un día que muchos de mis compatriotas (a esos que les encanta ver el vaso medio vacío) le dejaran de hacer mala publicidad a nuestro país y empezaran a verlo con los ojos de admiración y respeto con los que mi novio y sus amigos lo vean ahora, quienes regresarán a sus países poniendo en alto un nombre que muchas veces nosotros mismos nos encargamos de poner al nivel del suelo: México.

No hay comentarios:

Publicar un comentario