martes, 14 de mayo de 2013

Pasión.



Es un lugar común demasiado visitado ese que versa “si algo se hace con pasión, siempre saldrá bien” o “si haces lo que amas, el éxito vendrá”. Aunque no enteramente cierto (cuántos “amantes de la música, la pintura, la escultura” nunca trascienden, cuántos financieros nunca logran fortunas, cuántos políticos no gozan del poder), las ganas y dedicación que se le inviertan a cualquier trabajo son de suma relevancia para que el resultado sea exitoso y afortunado.

Sin embargo, lo relevante de la pasión no es tenerla sino saberla transmitir y plasmar en las actividades que realizamos. En las relaciones públicas, por ejemplo, de nada sirve amar al cliente si no se entienden bien sus necesidades. Es poco útil crear una gran estrategia si, a la hora de la hora, no tiene metas reales y palpables ni tácticas que dejen claro cómo se van a llegar a los goles establecidos. Los cronogramas, los planteamientos, así como los acuerdos por escrito son los que hacen de la “pasión” algo “mensurable”.

Solo cuando se logra un balance perfecto entre el querer-hacer, el saber-hacer y el hacer es cuando se obtienen resultados satisfactorios y, por ende, éxito laboral. Al final, la pasión siempre será la flama detrás de todo buen trabajo, pero es el trabajo en sí el que hablará de qué tanto nos apasiona lo que hacemos.

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