Cada década, o, más bien, cada
lustro, el avance tecnológico trae a los usuarios nuevas herramientas y
elementos tecnológicos que enriquecen (o hacen más entretenida) su vida laboral
y cotidiana. La desaparición y poca permanencia de estas innovaciones es muchas
veces ignorada pues, debido al acelerado proceso inventivo y de avance en las
ciencias, lo “nuevo” no deja espacio en nuestra memoria para lo “viejo”.
ICQ, por ejemplo, el famoso chat
de la década de 1990, fue sustituido por Messenger, que a su vez ya ha sido
sustituido por los chats de Facebook y, en los teléfonos móviles, Whatsapp. Estos
cambios nos invitan a pensar en la relevancia de la constante reinvención de
estrategias en este tipo de medios, así como la cantidad de tiempo y el alcance
de las tácticas que se invertirán en cada uno.
Ahora Facebook y Twitter se
muestran implacables, como dos indestructibles titanes. Si bien son de
importancia innegable, no se debe de olvidar lo básico y la esencia del trabajo
en relaciones públicas: comunicar de la mejor, más clara y efectiva manera posible
los mensajes claves de nuestro cliente. Allí radica la vitalidad de conocer
bien en dónde y estudiar el cómo hay que expresarse, detallando la metodología
y con un lenguaje ad hoc a cada fuente y herramienta. La forma, por más sólida e invariable que
parezca, nunca debe ser el fondo.
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