jueves, 9 de agosto de 2012

De “La antorcha de la libertad”, o el nacimiento de las RRPP modernas.


Decía Oscar Wilde que sólo existe una cosa peor que hablen de ti, y esa es que no hablen de ti. Edward Bernay, un tardío freudiano –además de pariente del mismo- y admirador del autor de De Profundis, se volvió el padre de las Relaciones Públicas con esta idea bien puesta en la mente. Existe una anécdota peculiar que describe perfectamente su particular forma de pensar, misma que lo llevaría a fundar una nueva rama del arte de las ventas: la labor del publirrelacionista.

En los EEUU, la primera mitad del siglo XX significó una ola de cambios. Las mujeres, por ejemplo, luchaban por su derecho a votar y pedían ser tratadas igual que a los hombres. El momento histórico era perfecto, una senda idónea para captar la atención pública. Arrebatado de American Tobacco por Lucky Strike, su acérrimo rival, el connotado señor Bernay tenía que esbozar una estrategia para hacer crecer el pírrico mercado de mujeres fumadoras en la nación de las barras y las estrellas. 

Y lo logró. La idea brillante, que después se conocería como “de guerrilla”, consistió en desviar la atención de una procesión irlandesa-católica hacia otra de “mujeres a favor del voto femenino”. Decenas de mujeres se reunieron en un punto, todas convocadas por Bernay, y, cuando hubo llegado la prensa, todas al unísono encendieron un cigarrillo Lucky Strike, gritando, entre fumada y fumada, que “encendían la antorcha de la libertad”: la antorcha de la igualdad era un cigarro Lucky Strike. Y así, en las primeras planas de todos los periódicos de Nueva York estaban esas mujeres con su cigarrillo Lucky Strike en un momento histórico para el sexo femenino. Doblemente histórico pues, desde ese momento, había nacido una nueva forma de vender una marca: habían nacido las relaciones públicas.

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