El hecho de que las olimpiadas de
verano en la capital inglesa han estado un tanto “vacías” no es secreto alguno.
Desde la BBC hasta los medios locales han dado a notar el vacío en los estadios,
el poco flujo de gente y la poca algarabía que se siente en la ciudad del
Palacio de Buckingham. La cuestión aquí es saber si la gente no fue por
considerar a Londres como una ciudad extremadamente cara, o porque,
simplemente, estos JJOO no generaron la expectativa suficiente como para llenar
sus calles y recintos.
Siendo sede una de las ciudades
más caras del orbe y con una economía global en crisis, los organizadores de la
presente edición debieron de haberse prevenido, sobre todo si veían tiempo
antes de la inauguración que las reservaciones de sus hoteles no eran las que
esperaban. Un buen trabajo mediático hubiera podido captar atención de la
población mundial, haciendo ver a Londres como una amigable y accesible (en
todos los sentidos) entidad, atrayendo así mayor atención y, por ende, aforo.
Además de lo anterior, la
expectativa contruida alrededor de estos JJOO fue tal que todo se ha quedado
por debajo de esta. Desde el encendido y cambio de lugar del pebetero, hasta la
participación de la reina en la ceremonia de inauguración, no ha sucedido nada
que haya deslumbrado al mundo (más allá de Phelps y Bolt). Si bien la vara
Beijing 2008 la había dejado muy alta, la ciudad primer-mundista por excelencia
se veía como el único posible competidor a aquellos JJOO. Y, como dicta la
opinión general, no compiten en el mismo hit.
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