La
mayoría de la personas que siguen nuestro blog (o alguno otro de RRPP) se
habrán dado cuenta del texto que, en una fuente de menor tamaño que la del
cuerpo, acompaña al primer boletín que se publica sobre una marca o algo
referente a esta. Esa formalidad tiene un nombre y, de no ser incluida, puede
afectar el fin mismo: informar de manera sucinta y formal al cliente o posible
cliente sobre la compañía que representamos.
Boilerplate, anglicismo que no se castellaniza, es
el nombre de esta parte del boletín. Este deriva del cilindro de hierro
utilizado para realizar calentadores de vapor, muy parecido al utilizado a
finales del siglo XIX para la producción masiva de textos (los textos que no
iban a ser reproducidos frecuente y masivamente se imprimían en rollos de
plomo). El contenido de un boilerplate,
siendo un fragmento que habría de acompañar todos los boletines, es una
metáfora de ese rodillo: permanente, duradero y reutilizable. De allí la
metonimia.
Las
formalidades del boilerplate son
tres: nombre y actividad de la empresa, breve historia (fiscal, cómo se originó, entre otras, esto
dependiendo el texto que se desarrolle) incluyendo misión y visión, y método/forma de contacto (que hoy en día
equivale a poner la página web, el Facebook y la cuenta de Twitter de la
empresa). En cuanto a su presentación, siempre debe de ser al calce, a forma de
pie de página; con un lenguaje sencillo y nunca más largo que dos párrafos ni
que el boletín mismo. La repetición de esta información permitirá a cualquier
persona –conozco la marca o no- poder tener referencia sobre lo desarrollado.
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