Por @desubikarla
La semana pasada andaba de viaje de trabajo por Buenos Aires. Una de esas ciudades a las que me había prometido ir y por una u otra razón (todas económicas) no lo había cumplido.
La primera vez que prometí ir a Argentina fue en el 98, mientras “estudiaba” inglés en Brighton; entrecomillo la palabra pues todos mis amigos eran de habla hispana: colombianos, argentinos, españoles, mexicanos y algún italiano o brasileño que se adaptaba al español. El inglés ¿pa qué?
En el grupo había 3 argentinos que se ganaron mi corazón desde el principio y uno de ellos fue el primer amor di mi vida (hay varios mijos, hay varios), en Brighton no pasó nada pero se quedó esa dudita, esa vocecita que me decía – Te hubieras lanzado tú. Cada quien tomó su rumbo, correos iban y venían, nos contábamos la vida vía Hotmail.
Pato, el menda del que les hablo, decidió venirme a ver a México un par de años después y en el abrazo del aeropuerto internacional Benito Juárez pensé que se me iba a salir el corazón. Llegandito a Querétaro corté al que era mi novio, un “no eres tu soy yo “ de esos baratos nomás para no volverme a quedar con la duda. Afortunadamente no me tuve que lanzar yo, desafortunadamente él se regresaba a Mendoza.
Nunca se me va a olvidar cuando mi amigo el de pelo rojo nos trajo al DF para dejarlo en el aeropuerto, en el abrazo de despedida otra vez se me salía el corazón y en el regreso a Querétaro, largo larguísimo, las lágrimas. Fue una escena de telenovela venezolana, llovía a cántaros (lloraba), nos perdimos (lloraba), regresamos vía Pachuca (lloraba).
Los meses siguientes fueron una comedera de cabeza, tenía una relación con Hotmail y un recién llegado Messenger con una conexión a 256 kilobytes por segundo, yo me quería ir a vivir a Madrid no a Mendoza, 21 años eran muy pocos para pensar en compromisos, yo quería verle la cara y contarle mi día. Vamos, le saqué.
La vida siguió y, sí, me fui a vivir a Madrid. La pasaba bomba, en la fiesta hasta las tantas, me decían “El Terremoto Mexicano”. 25 años seguían siendo muy pocos. Pato volvió a aparecer en un aeropuerto y no sé si por miedo o por no querer llorar 4 horas sin parar en la despedida, me construí un muro protector con lanza granadas y todo el kit. Lo traté horrible, me iba de fiesta y lo dejaba solo, mamonié a más no poder. Cuando se fue pensé que nunca mas lo iba a ver, que no me lo iba a perdonar jamás.
Bendito Facebook, hace un par de años me lo volví a topar. En su foto de perfil aparecía con un bebé. Se casó y el bebé es su hija. Un “me enamoré de tu hija“ fue mi primer comentario y dejó todo atrás para quedarnos con lo que siempre hubo, un gran cariño.
Cuando supe que iba a Buenos Aires lo primero que hice fue escribirle, despuecito al chef dulce de leche y al pollo (el otro mosquetero) no pude porque no le hace a Facebook y me enteré que vive en el gabacho. El chef me decía “No creo que venga, Mendoza está lejos, si viene es que te quiere mucho”. Hace una semana cené con los 2.
No puedo negar que de pronto rondan por la cabeza algunos ¿Qué hubiera pasado? ¿ La historia sería distinta si yo hubiera sido más grande? (o él más chico) ¿Lo habría seguido si viviera en Buenos Aires? ¿Skype marcaría alguna diferencia? En fin, la vida es como es y me encanta.
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